¿MÃXIMO KIRCHNER CANDIDATO? EL PJ BONAERENSE ENTRE LA HERENCIA Y LA RESISTENCIA

A medida que se acerca la fecha límite del 19 de julio para el cierre de listas, el nombre de Máximo Kirchner resurge con fuerza en el centro de la discusión política bonaerense. Hijo de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner y actual titular del PJ provincial, su eventual postulación como primer diputado por la Tercera Sección Electoral despierta pasiones y resistencias en igual medida. No hay aún una confirmación oficial, pero él mismo se encargó de alimentar las especulaciones. En entrevistas recientes dejó en claro que está dispuesto a asumir el rol que su espacio le demande, aunque también reconoció que no le resulta cómodo hacerlo mientras su madre se encuentra legalmente proscripta por la condena que le impide ejercer cargos públicos de por vida.

Detrás de su figura se ordenan los apoyos más fieles del kirchnerismo duro. Cristina, aunque silenciada por la Justicia, sigue siendo la gran operadora desde las sombras. Para muchos, Máximo es más que un candidato: es el heredero político de un ciclo que se niega a extinguirse. A este núcleo se suma el respaldo explícito de figuras como Julio De Vido, quien llegó a calificar su candidatura como “inevitableâ€. También lo acompaña la estructura militante de La Cámpora, que conserva peso territorial en municipios claves del conurbano como La Matanza, Quilmes, Avellaneda y Florencio Varela. Incluso Sergio Massa, aún sin apoyarlo abiertamente, busca articular un armado electoral que lo incluya para enfrentar en bloque el avance libertario.

Pero el panorama dista de ser unánime. Desde el sector que responde al gobernador Axel Kicillof, las señales no son precisamente de entusiasmo. Algunas voces internas señalan que Máximo carece de proyección más allá de su núcleo duro, y lo describen como un dirigente sin consenso real en sectores moderados o independientes, que serán determinantes en los próximos comicios. A esta resistencia se suman algunos intendentes del conurbano que ven con desconfianza el eventual regreso de La Cámpora al centro de las decisiones, temiendo una pérdida de autonomía política y territorial. Tampoco el sindicalismo tradicional se muestra convencido; varios referentes gremiales prefieren una figura con mayor capacidad de diálogo transversal.

En términos estratégicos, su eventual candidatura tiene ventajas y desventajas marcadas. Por un lado, Máximo representa con claridad una identidad política definida. Es fiel a una narrativa, a una historia y a una lógica de construcción que le habla directamente a un sector del electorado que aún se reconoce en el ideario kirchnerista. Su militancia sostenida y la estructura que lo respalda le garantizan visibilidad, capacidad de movilización y control territorial. Por otro lado, su figura también arrastra el desgaste de un apellido que, para muchos, simboliza el pasado. Sin una gestión ejecutiva propia que lo respalde ni una propuesta clara de renovación, su imagen pública aparece desdibujada y limitada a la lógica del heredero político.

Lo que está en juego no es solamente una banca en la Legislatura bonaerense, sino la conducción del peronismo en la provincia más importante del país. En un contexto marcado por la fragmentación, la crisis de representación y el crecimiento de discursos extremos, la posible candidatura de Máximo Kirchner no es solo una movida electoral: es un gesto político de enorme impacto simbólico. Puede ser un intento de reordenamiento interno o, por el contrario, el detonante de una nueva fisura dentro del movimiento.